Texto: Alfredo Maul, Director Creativo de la Asociación Ambiental G-22 Las ciudades del futuro irónicamente deben de inspirarse en los pueblos del pasado. Pueblos donde todas las personas se conocían y se saludaban al inclinarse el sombrero viéndose a los ojos. La única forma en que la humanidad abordará la adversidad ambiental de este y en el próximo siglo, será a través de repensar nuestra convivencia en los núcleos urbanos/rurales, o mediante algún factor de impacto global como la pandemia del Covid-19 y muchas otras que vendrán. Necesitamos cambiar nuestra mentalidad para abordar estos problemas con soluciones simples y reales que puedan replicarse en poblaciones grandes y pequeñas, personas alfabetizadas y analfabetas. Ésta es la única forma en que podemos obtener cierta seguridad de que las personas conectarán la economía con la ecología en todos los espacios donde habitan, se educan, comercian y socializan. Estoy convencido que, en todas las ciudades de Guatemala, las más grandes, las intermedias, y los pequeños asentamientos ya estamos teniendo problemas con el abastecimiento del agua. Esta situación solo se agravará mucho más en las próximas décadas. Las posibles soluciones son el uso racional del agua mediante dispositivos eficientes en todos los edificios, pero además la cosecha de agua de lluvia y el uso de aguas grises para irrigación de huertos urbanos cobertura forestal urbana. Tomar agua de un Ecofiltro es mil veces mejor que de una botella que pasará mil años en nuestros ríos y mares. Por su puesto que debemos de sembrar miles de nuevos árboles nativos y de distintas especies en nuestras ciudades, para evitar las islas de calor, pero a su vez, para generar hábitats sostenibles para la flora, los insectos, las aves y nosotros, los humanos. Otro factor fundamental está en el desarrollo de estrategias de movilidad sostenible, en particular promoviendo los incentivos al uso de bicicletas, el respeto del peatón, y sobre todo la promoción del transporte multimodal, la electromovilidad y la accesibilidad universal de todas las personas con banquetas y rampas de acceso dignas. Debemos de generar los desincentivos a los vehículos particulares y el transporte pesado contaminante, y las veloces motocicletas operadas por conductores inexpertos y temerarios. ¡ Fuera ¡ Hace cien años, la mayoría de las ciudades de Guatemala y del mundo tenían más zapatos y bicicletas que cualquier otro tipo de vehículo. Estamos convencidos de que podemos volver a las únicas cadenas que nos brindan libertad, las cadenas de los engranajes de las bicicletas. Holanda lo ha demostrado, hay más bicicletas que habitantes en las ciudades de ese país. A lo largo de nuestra vida, hemos sido usuarios y promotores del uso de la bicicleta tanto de forma lúdica, deportiva, y en el transporte. Durante mis años de estudiante universitario, tanto en Guatemala como en el extranjero, una bicicleta era mi principal medio de transporte. Ahora la trato de usar todos los días para salir a realizar diligencias cortas y además para sentir la brisa y los rayos del sol. La bicicleta es el único vehículo que proporciona transporte con una mecánica simple y tiene consecuencias positivas para la salud del usuario y el medio ambiente, sirve como recreación y puede propiciar ciudades más habitables libres de gases de efecto invernadero y silenciosas. Los habitantes de las ciudades del futuro van a tener que saber más sobre su propio consumo. Va a tener que ser consumidores responsables en todo sentido. Creo que la última vez que abrí una botella de plástico para beber un sorbo de agua filtrada fue en el 2007. Parece irracional dejar residuos por generaciones solo para satisfacer la sed de una persona en unos minutos. El consumo responsable es la mejor herramienta que tenemos en nuestro arsenal para motivar la acción y el bienestar de las ciudades y pueblos en Guatemala. Las consecuencias económicas y sociales están directamente vinculadas a soluciones ecológicas mucho más valiosas que la importación de bienes de otros continentes. El antónimo de consumo responsable es el reciclaje. A pesar de su buena intención, el reciclaje es tan absurdo como el consumismo. Para nosotros, el reciclaje es la aspirina o el placebo para sanar nuestro consumismo. Es necesario, pero se convierte en una opción secundaria. Separar nuestros desechos en materiales orgánicos y no orgánicos tiene mucho sentido, pero cuantos menos desechos sólidos generemos, mejor. En nuestra propia casa, generamos menos de una libra de desechos sólidos por semana para dos personas, mientras que un guatemalteco típico que habita en la ciudad capital genera alrededor de 3.2 libras por día. Otra gran forma de reinventar nuestras ciudades es mediante el mejor uso de las fuentes energéticas. Las energías renovables son las energías que se obtienen de fuentes naturales virtualmente inagotables. Las principales energías de este tipo que se han desarrollo inmensamente en las últimas dos décadas son la energía eólica, la geotérmica, la hidroeléctrica, la mareomotriz, la solar, la biomasa y los biocombustibles. Con la gran mayoría de ellas hemos hecho algún experimento en los últimos años, nos asombra su potencial y nos da energías positivas pensar que hay alternativas viables para desbancar a los combustibles fósiles y la producción de energía desde centrales termoeléctricas. Las energías renovables son sin cuestionamientos el futuro de la humanidad, siempre y cuando seamos juiciosos en determinar el impacto mismo de generar los equipos y procesos que las fabrican. Pero lo más importante es que utilizando nuestros recursos naturales, podemos desarrollarnos sin dañar al ambiente. La menor huella ambiental de estas alternativas de generación energética nos da esperanzas hacia una producción más sensata y limpia, pero también debiesen de ir acompañadas de la eficiencia energética y el consumo responsable de la energía, no está de demás decir que bajar nuestra velocidad humana y usar más de nuestras propias calorías sería más que un balance energético consecuente. Sueño con el día en que un barril de petróleo cueste $ 222, porque quizás solo entonces la humanidad disminuirá nuestro ritmo colectivo y reconsiderará los roles esenciales que nosotros y todas las especies vivas desempeñamos en la asombrosa maravilla que es el planeta Tierra. En nuestro país y en todo el mundo, hemos perdido más de tres cuartas partes de las semillas nativas en los últimos cincuenta años, y ahora estamos inundados de semillas genéticamente modificadas y agroquímicos que se supone que ayudan a que estas semillas crezcan, produciendo mazorcas y frutos más grandes y prístinos para que se vean lindos en las recamaras refrigeradas de los supermercados—irónicamente verduras y frutos con poco sabor, ya que fueron cortadas verdes antes de llegar a su punto de maduración óptima en las plantas que las vieron crecer. La alimentación saludable y la agricultura urbana tienen que ser la norma y no la excepción en el futuro cuando planifiquemos nuestras ciudades. Tenemos que celebrar lo local, y cuestionar lo global. La moderación, la humildad y la creatividad de los futuros ciudadanos de las ciudades del mundo abarcan una forma de vida más simple con grandes posibilidades para la humanidad. Estos tres valores dan como resultado una gran compasión y resultados positivos si se equilibran adecuadamente y nos darán la hoja de ruta para priorizar nuestra adaptación al incuestionable Cambio Climático.
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